Un hervidero de gente pulula en la estación de autobuses
de Kampala la estación de autobuses de Kisenyi, ubicada en uno de los
barrios más caóticos de la
capital. Llegar a ella
implica sortear un sinfín de baches que durante esta época del año están llenos
de agua de lluvia y barro, mientras el el “pater” Romano, quien siempre me
acerca desde la casa de los Combonianos, mi seguro refugio cuando “paro” en la
capital………..siempre me hace gracia la retahila de “ no puede ser, no puede ser,
la ciudad de los agujeros” que el bueno de Romano va murmurando durante el
trayecto, (la verdad hay algún que otro agujero, no bache, sería menospreciar
al agujero, que si te “caes en él” no hay equipo de rescate que te encuentre,
te puedes dar por perdido.
Sorteando los agujeros uno no ha de olvidar y dependiendo la hora aún más, me rio yo de las horas punta de aquí, una broma oiga, uno se las ve y se las desea para sortear las moto-taxis que parecen salir de hasta debajo de las piedras. Cada esquina es un improvisado mercadillo donde se trapichea con refrescos, bolsitas de cacahuetes, tarjetas de saldo de telefonía móvil y cualquier objeto imaginable que se pueda comprar o vender.
Un detalle que a uno le sorprende , agradece y le hace que pensar y esto me lo he encontrado como norma en Africa, no solo en Uganda, la dureza de la vida de sus gentes no merma su amabilidad, que derrochan con el “muzungu”.
He ido aprendiendo y me voy relajando cada vez que me planteo un traslado en autobús, mi “manía” de llegar con tiempo de sobra se va relajando, siempre existe un horario “oficial” de salida, el que me lleva de Kampala a Kitgum es a las 8 de la mañana………..salir hasta una hora y media más tarde no es inhabitulal…………si aún no se ha llenado el vehículo, para que salir, (en Africa no es extraño que el autobús no salga entanto en cuanto queden plazas), ves llegar a los pasajeros tranquilamente pasada la hora “oficial” de salida y al que ha llegado con tiempo, permanecer estoicamente sentado en el autobús, nadie se pone nervioso y nadie se altera. (Ojo!!! El viaje de vuelta siempre es más puntual en su salida Kitgum – Kampala, que no quiero reclamaciones)
Mientras tanto el
autobús se va cargando hasta limites inimaginables y con una “habilidad”
y aprovechamiento que ya la quisiera yo, (me recuerda a mi niñez y mis padres,
aquel Renault 4 que teníamos y unas vacaciones por delante, otro prodigio de
ingeniería aplicada al espacio. Yo creo que es, era producto de brujería o
magia).
Quizás alguien aún piense que la comida llevada a casa se
un invento de los nuestros y de algún perpiscaz ideólogo de técnicas de venta,
pues no, al entrar al autobús dentro hay un trasiego de vendedores
ambulantes que ofrecen comida de todo tipo, a precio de ganga medicinas que supuestamente
curan de todo, desde la malaria hasta la impotencia, posters de Gadafi con instantáneas de algunas
de sus visitas a Uganda, mapamundis, peines, colonias, ropa………..todo un bazar
en el interior y si eres algo más “sibarita” pides algo concreto de comer y
alguien te lo trae, lo mismo ocurre entorno al autobús desde fuera, un sacar la
mano y puedes conseguir casi todo. Un consejo, no dejéis de probar un chapati recién hecho por 600 chelines
(unos 20 céntimos de euro), muy rico, pardiez.
Estamos todos?, ya no hay sitio, venga toca salir, el
autobús se abre paso a duras penas por el caótico tráfico que a estas
horas y a otras, o sea siempre llena las afueras de Kampala. Durante el viaje y
a lo largo de su trayecto iremos parando aquí y allá para echar combustible,
cargar mas bultos y abrir la portezuela a más pasajeros que van llenando el
pasillo, durante el viaje a ambos lados del camino cortinas de maleza, bosques,
pueblecitos bulliciosos, alineados sin mucho orden a ambos lados de la
carretera y plantas de papiro y demás paisaje.
Venga subiros al autobus que ya lo dijo Orson Welles:
"Cuando se viaja en avión solamente existen dos clases de emociones: el aburrimiento y el terror."
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