viernes, 25 de septiembre de 2009

LALIBELA






HISTORIA Y LEYENDA SOBRE ROCA VIVA

Todo empezó en la segunda mitad del siglo XII al nacer un príncipe en el seno de los Zagwe: el más joven de la dinastía reinante e hijo de ZanSiyum. Según la leyenda, siendo aún recién nacido, su madre observó un día que un enjambre de abejas cubría su cuna; viendo en ello un significado de futura grandeza exclamó: ¡Lalibela!, que en lengua agaw significa- “ las abejas reconocen su soberanía”- dándole desde entonces este nombre.

Según la tradición, siendo Lalibela un muchacho fue envenenado por Harbe, a la sazón monarca reinante y hermanastro suyo, dada la envidia que despertaba en él el futuro augurioso de Lalibela. Estando Lalibela en plena lucha por la vida, unos ángeles lo trasportaban al cielo donde Dios le reveló su futuro: sobreviviría y sería rey, pero a cambio le construiría, siguiendo su plan, diez iglesias de una grandeza nunca alcanzada.

Lalibela pasó su juventud dedicado a la vida monástica y partió de peregrinación a Jerusalén, hecho que según la leyenda tuvo lugar por intercesión de unos ángeles que lo transportaron a la santa ciudad. A su regreso, y apoyado por los clérigos, tomó el poder con el nombre de Gebre Mescal (Servidor de la Cruz).

Aunque la dinastía de los Zagwe surgió y se asentó en Lasta- las altas mesetas al sur de Aksum- no dejó de reconocer a esta ciudad como centro de la fe cristiana. El agaw fue la lengua dominante pero el geez continuó como legua religiosa.

Cuando Lalibela alcanzó el trono, estableció su centro capitalino en plenas montañas de Lasta, denominando el lugar Roha. En ello se ha visto la conmoción que causó en el universo cristiano la conquista por el atabeg Zanki (Selyúcida) en 1144 de la ciudad-estado cristiana de Roha (Odessa)

Lalibela extendió su reino y durante 20 años, el tiempo que tardó Salomón en construir el Templo de Jerusalén excavo la rojiza roca volcánica de Roha para erigir diez iglesias.

Según la leyenda, al amanecer los ángeles bajaban del cielo para ayudar en la ingente obra, pero sobre todo eran sus trabajos nocturnos los que la aceleraban. Estas leyendas y tradiciones solapadas a hechos históricos fueron recogida dos siglos más tarde en la Actas de Lalibela (siglo XI), época en la que también aparecen la Actas del Abuna Gebre Menfes Kedus que nos relatan los últimos días del rey Lalibela. La tradición popular relata que Gebre Menfes Kedus llegó desde Egipto a la corte de Lalibela en Roha, precedido de un halo de santidad.

Tras un perido de tiempo, el monarca y el santo se dirigieron hacia las tierras del sur y un día, al llegar a un paraje cercano a la montaña de Zukuala, el monje solicitó al soberano que le erigiese en ese lugar una iglesia como las que había erigido en Roha, pero en poco tiempo, pues le vaticinó que estaba próximo el fín de us vida. Lalibela accedió y así surgió la iglesia monolítica de Adadi Mariam que se puede actualmente visitar a unos 60Km al sur de la actual Addis Abeba.

El santo monarca regresó a Roha muriendo al poco tiempo (1220) y siendo enterrado en Beta Gólgota, una de las iglesias por él erigidas. A su muerte la capital de los Zagwe, Roha, tomó el nombre de Lalibela, nombre que ha permanecido hasta nuestros días.

A pesar de que la tradición salomónica-aksumita consideró a la dinastía Zagwe como ursurpadora y a pesar de que el centro religioso continuó siendo Adsum, ello no mermó que la dinastía estuviera fuertemente vinculada a la Iglesia y tampoco fue obstáculo para que además de Lalibela, otros dos reyes de la dinastía –Yemrehana Cristos y Naakuto Laab- fueran santificados por la Iglesia etíope. No deja de sorprender que entre los santos propios de la Iglesias Ortodoxa de Etiopía sólo figuren ocho santas. A una de ellas Mescal Kabara, esposa del rey Lalibela, se le atribuye la construcción de Beta Abba Libanos, undécima iglesia de Lalibela: la Jerusalén Africana.


LA JERUSALÉN AFRICANA.

Dejando aparte las leyendas recogidas por la tradición, parece ver que el rey Lalibela quiso dejar una constancia de su reinado acometiendo la construcción de las iglesias monolíticas en Roha. En ello quizás influyeron varias circunstancias, una de las cuales pudo ser probable viaje a Jerusalén. Hay que tener presente que la peregrinación a la ciudad tres veces santa encerraba en esa época un alto riesgo para los peregrinos cristianos etíopes ante la fuerte presencia musulmana; no olvidemos que Saladito conquista Jerusalén en 1187. Teniendo esto presente, no es de extrañar que quizás el rey Lalibela, en este derroche de creatividad religiosa, buscó una forma de “legitimarse” no sólo ante la Iglesia, sino también ante el pueblo, al construir un imitación de Jerusalén cuyo peregrinaje sería sustitutivo y al mismo tiempo seguro.

Habría que añadir a lo anterior que en los años precedentes a la dinastía Zagwe, la anarquía y las guerras conllevaron la destrucción y saqueo de muchas iglesias y quizás Lalibela quiso restaurar los lugares de culto y peregrinaje arrasados, al tiempo que perpetuaba su memoria. De lo que no hay duda es de la fuerte identificación que existe entre Jerusalén y Lalibela y que dicha identificación está fuertemente arraigada en la tradición cristiana etíope. Una tradición seña la existencia de un túnel subterráneo que comunica Lalibela con Jerusalén.

El conjunto artístico-religioso está formado por once iglesias, aunque en la actualidad se está considerando una pequeña gruta como la duodécima iglesia. Un pequeño torrente que recoge sólo las aguas de lluvia, separa a los dos grupos de iglesias y cuyo nombre, el Jordán (Yordanos), ya nos transporta a Tierra Santa. Un grupo con seis iglesias está situado al norte del Jordán, estando al sur el otro grupo con cuatro iglesias. La undécima iglesia es la de San Jorge y está separada de ambos grupos en la ribera septentrional. Una sólida cruz monolítica sobre el Jordán marca el punto de inicio de la peregrinación a las 11 iglesias.

Aparte del río Jordán, nombres como la Colina del Calvario, con la tumba de Adán, Bethelem, el Monte Tabor al nordeste de Lalibela… son un ejemplo de la identificación con Jerusalén.

Hay evidencias que señalan que las Beta (casa) o iglesias se identifican tanto con los Santos Lugares de la Jerusalén terrestre (Getsemaní, Santo Sepulcro…) como con aquellos que simbolizan la Jerusalén celestial (infierno, purgatorio, cielo…).

Un complicado sistema de túneles y estrechos pasadizos con grutas, criptas y galerías crean una Lalibela subterránea que comunica entre sí, en el primer conjunto a Beta Denaghei y Beta Gólgota (hoy cerrado) y en el segundo conjunto, a todas sus iglesias; si bien algunos túneles, por seguridad, han sido clausurados. También se ha argumentado, sin fundamento, sobre la probable existencia de túneles comunicando los dos grupos y la iglesia de San Jorge.

Sólo cuatro de las once iglesias son propiamente monolíticas, es decir, unidas a la roca volcánica sólo por su base, las demás tienen sus muros con diversos grados de separación, plantas distintas y más o menos subterráneas o excavadas sobre roca. Se ha aducido razones para ver en estas construcciones la mano artesanal y creativa de otros pueblos. Desde influencias egipcias, armenias o indias hasta la fantástica y novelesca intervención de los templarios en busca de la Arca de la Alianza, según un best seller mundial.

Quizás sólo exista cierta influencia helenística y siríaca legada a iglesias previas etíopes, por lo que debemos desconsiderar este arte como un legado etíope. Así, el estilo de las mismas y cada elemento de sus detalles es esencialmente etíope y se puede encontrar repetido a través de los siglos en los edificios construidos progresivamente desde el periodo de Aksum. Ningún país ha realizado excavaciones del mismo tipo.

LA MISA ETIOPE






Cualquiera que pase una temporada en Etiopía, se percata de la gran importancia que la religión tiene para sus habitantes. Su fe ciega en la oración, el ayuno, la limosna y el sacrificio como vía para conseguir la curación de la enfermedad, la prolongación de la vida o la salvación eterna en una tierra castigada hasta el límite por el hambre, la guerra y las plagas, nos sumerge de lleno en la oscuridad de la edad media.

Las misas comienzan por la noche o de madrugada y se prolongan durante horas haciendo coincidir la consagración con la salida del sol. Todo el territorio está lleno de pequeñas iglesias, que normalmente se encuentran en las afueras de las poblaciones o en lo alto de pequeñas colinas, rodeadas de árboles de los que está prohibido romper ninguna de sus ramas. Son pequeños recintos circulares u octogonales divididos en tres partes: en el exterior de la iglesia, que se encuentra rodeada por un muro, permanecen normalmente la mayoría de los fieles que siguen las ceremonias desde el exterior orando mientras dan vueltas a la iglesia y besan sus muros. Un reducido número de personas penetra en el interior y participa en el sacramento de la comunión. Allí los diáconos y sacerdotes celebran la ceremonia cantando y golpeando pesados tambores en un ambiente de gran fervor. En el centro del templo se encuentra un recinto separado del resto de la iglesia por unas cortinas. Es el llamado “santo de los santos” (equivalente al sagrario de las iglesias católicas). En este lugar sagrado, al que accede únicamente el sacerdote, se encuentra una piedra, el Tabota, que representa el arca de la alianza y las tablas de la ley.

Haciendo un poco de historia; seiscientos años del nacimiento de Cristo, en las tierras altas de Etiopía que habían sido colonizadas por tribus semitas que procedían de la otra orilla del Mar Rojo, se formó el poderoso imperio Aksumita. En la actual Aksum, una pequeña población del norte del Tigré, se conservan monolitos y restos de lo que fueron suntuosos palacios que dan un idea de la importancia que alcanzó el antiguo imperio.

En el siglo IV de nuestra era, el imperio aksumita se encontraba en su máximo esplendor y se extendía desde Nubia (actual Sudán) hasta Saba (actual Yemen), en la otra orilla del mar rojo. Gobernaba tan vasto territorio un rey llamado Ezana, cuyas proezas y conquistas quedaron grabadas en las piedras de Aksum. Ezana, convertido al cristianismo por lo herma nos Edesio y Frumencio que habían llegado hasta el Mar Rojo desde Tiro, estableció la religión cristiana en todo su imperio. Cuando en el siglo V, tras el concilio de Calcedonia, se comenzó a producir el Cisma de Oriente, los cristianos etíopes permanecieron unidos siglos sucesivos, el Islam se extendió por todo el norte de Africa y la Iglesia Etíope permaneció aislada del resto de la cristiandad, manteniendo un rito independiente que no ha evolucionado desde entonces.


Desperdigadas por todo el norte de Etiopía, quizás la población más conocida sea Lalibela, se encuentran las iglesias excavadas en la roca. Son construcciones de muchos siglos de antigüedad realizadas en el interior de una montaña que ha sido moldeada desde el exterior y horadada por dentro formando falsas bóvedas y columnas, puertas y ventanas en un esfuerzo que debió ser colosal.

El sacerdote y su mujer viven en los alrededores de la iglesia, a veces en el interior de pequeñas cuevas y frecuentemente en condiciones miserables. Cuando muere, la mujer se convierte en monja y se queda a vivir en una pequeña choza junto al muro que rodea la iglesia en la que ejercicio en sacerdocio su marido. En ocasiones pudimos ver dos o tres de estas mujeres, vestidas de amarillo, sobreviviendo juntas en una pequeña caseta construida con cuatro piedras y un trozo de Uralita.

Los sacerdotes son capaces de recitar durante horas, sin equivocarse, larguísimos textos del antiguo testamento que conocen de memoria. Han destinado toda su vida a la memorización de las sagradas escrituras en Gueez, el antiguo idioma del imperio aksumita y aún hoy idioma oficial de la iglesia etíope (equivalente a lo que fue al latín en la iglesias católica), y también origen de la mayoría de las más de 80 lenguas que se hablan en Etiopía. Con frecuencia puede verse cerca de las iglesias a pequeños grupos de seminaristas, jóvenes aprendices de sacerdote, que repiten una y otra vez los viejos salmos que un anciano religioso, sentado a la sombra de un árbol, les recita monótonamente.

jueves, 24 de septiembre de 2009

LA REINA DE SABA

He aquí una leyenda de la que todos alguna vez hemos oído algo, aunque solo sea por Indiana Jones, dando brincos por el desierto con su inseparable sombrero y látigo al cinto, en una de sus películas, concretamente en la titulada “Indiana Jones en busca del Arca perdida”.

Esta es su leyenda y la de la Reina de Saba, el Rey Salomón y el Arca de la Alianza, espero que os guste:

El Kebra Nagast inicia sus páginas con una pequeña introducción sobre Adán y sus descendientes, la alianza de Dios con Abraham y la Gloria de Sión. Las siguientes páginas nos introducen en la historia de Makeda, reina del Sur o reina de Saba, y de Salomón,, rey de Jerusalén.

Así nos relata cómo el rey Salomón, en su deseo de construir un gran templo para gloria de Dios, mandó mensajes en las cuatro direcciones para que todos los comerciantes le trajeran oro y plata. A raíz del sugerente llamamiento, un comerciante etíope, Tamrim, entró en contacto con el reino de Salomón y a su regreso a Aksum le relató a su soberana, la reina Makeda, la grandeza y sabiduría del bíblico monarca. La reina Makeda ardió en deseos de conocer Jerusalén y a su ilustre monarca. Con tal fin, organizó una caravana que, partiendo de Aksum, llegó a Jerusalén con 797 camellos cargados de obsequios ( el 7 y el 9 son dos números “mágicos” en muchas culturas). Como era de esperar, la exótica pomposidad de la reina de Saba fue acogida con gran generosidad por el rey Salomón cuya sabiduría y fe en su Dios hizo que la reina aprendiera el arte de gobernar y renunciara a sus creencias paganas a favor del Dios único.

Por su parte, el gran monarca quedó prendado de la gracia y belleza de Makeda, que, ante la proximidad de su partida, le tendió una trampa para seducirla. El astuto Salomón organizó en su palacio un gran banquete en honor de la ilustre huésped, en el que se sirvieron platos muy salados y picantes sin ofrecerle en ningún momento las correspondientes y adecuadas jarras de agua. Finalizado el exquisito y sediento ágape, el monarca invitó a la reina a pasar la noche en su palacio, a lo que Makeda aceptó. Sin embargo, Makeda, que era virgen, viendo las reales intenciones, le puso a Salomón una única condición: aceptaba siempre que él prometiera no tomar nada de ella sin su expresa voluntad. El soberano asintió, pero también expuso una condición: Makeda no podría tomar nada de palacio sin su permiso, si esto sucedía el pacto entre ambos se rompería invalidando su promesa.

Salomón ordenó que se preparasen dos camas separadas por un lienzo transparente y dispuso a su lado unas jarras de agua de tal forma que Makeda las pudiera ver. Makeda durmió un poco, pero despertó acuciada por una terrible sed y al observar las jarras de agua penetró en la estancia del monarca e intentó beber. Salomón que había esperado el momento, la interrumpió recodándole que si bebía su promesa quedaba rota, ya que estaba tomando algo suyo sin su permiso. La sed de Makeda fue tan irresistible que no dudó en beber, sin tener el consentimiento de Salomón. Con ello, el pacto entre ambos se deshizo. Salomón la llevó a su real lecho y allí yacieron juntos.

La reina de Saba regresó a Etiopía y de su unión con Salomón nació un hijo: Menelik, y con él se inició la dinastía salomónica etíope. Menelik es una deformación de Ben Malek (hebreo) o Ibn Malik (árabe). Ambas palabras significan “hijo de rey”. Bayna-Lehkem (hijo del hombre sabio) fue el nombre que Makeda dio a su hijo.

Posteriormente, otro hecho trascendental tuvo lugar y quedó grabado para siempre en la conciencia religiosa y nacional de la Etiopía cristiana: la visita de Menelik a Jerusalén. La tradición narra cómo el tiempo, el ya joven Menelik, deseó regresar a Jerusalén y conocer a su padre. Menelik partió de Aksum llevando consigo un anillo que Salomón le había entregado a su madre para acreditar su persona. Al presentarse ante su padre, éste lo reconoció al instante como hijo suyo y lo ungió rey de Etiopía con el nombre de David II.

Salomón le había prometido a Makeda los flecos o un trozo del manto que cubría la Arca de la Alianza, por lo que Menelik se lo solicitó al desear regresar a su casa. Salomón no sólo accedió, sino que además convocó a los altos dignatarios de su reino ordenándoles que sus primogénitos acompañaran a su hijo en su regreso a Etiopía. Se relata que Azarías, primogénito de Zadok, alto dignatario religioso, e integrante por tanto de la comitiva que debía acompañar a Menelik, tomó la verdadera Arca de la Alianza depositada en el Templo de Jerusalén, reemplazándola por una copia. Otras versiones nos hablan de un error; pero ya fuera por error o por robo, la comitiva partió de Jerusalén llevando consigo la verdadera Arca de la Alianza, -la Arca de Dios, el Tabernáculo de la Ley, la Arca del Testimonio-. Al descubrir el engaño, Salomón salió en su persecución, pero no logró alcanzarlos porque milagrosamente la comitiva de Menelik cubría sorprendentes distancias cada día. En ello Salomón vio un designio de Dios y regresó a Jerusalén.

El pueblo etíope pasaba a ser el depositario de la Arca de la Alianza, el pueblo Elegido por Dios. Los monarcas descendientes de Menelik I, primogénito del Rey Salomón, serán los Neguse Nagaste, Señor de los Señores, Emperadores de Etiopía, Conquistadores del León dela Tribu de Judá. Elegidos de Dios y Luces del Universo. (20)

En la actualidad, la Arca de la Alianza, enigmático cofre conteniendo las Tabals de la Ley de Dios, se encuentra depositada en la catedral de Nuestra Señora de Sión en Aksum. Nadie, ni los mismísimos reyes, han podido penetrar en este santasanctórum, sólo un monje guardián se encarga de su custodia y antes de morir designa a su sucesor. Según la tradición, si alguien osa penetrar en el sagrado recinto, la Arca se tornará invisible y descargará sobre él todo su poder.

RASTAFARIS - JAMAICANOS ?

He aquí una curiosidad histórica, los famosos rastas, de donde proceden? De Jamaica responderíamos gran mayoría. Incorrecto de Etiopia.
Aquí esta su procedencia e historia.

Tras obtener la independencia de las potencias coloniales, a principios del siglo XX surgieron en las islas del Caribe movimientos socio-políticos que abogaban por el retorno de los negros al continente africano.

Un exponente de estos movimientos sociales fue Marcus Garvey, un predicador jamaicano que fundó una compañía naviera –la Estrella Negra-, con el objetivo de llevar a la población negra de América y el Caribe de regreso a su tierra de origen: África.

Dentro de este movimiento impulsado por Garvey, que soñaba con el retorno a África y la fundación allí de un estado africano libre d ela dominación blanca, se extendió una profecía: “Mirad a África, un rey negro será coronado, porque la liberación está cerca”.

Cuando en 1930 el ras Safari fue coronado nuevo emperador de Etiopía con el nombre de Haile Selassie, los seguidores del movimiento fundado por Garvey creyeron que su profecía se había cumplido. El rastafarismo resurgió bajo la dirección de leonard Howwell, Archibald Dunkley y Joseph Hibbert que por separado comenzaron a proclamar en Jamaica la divinidad del nuevo emperador etíope, basándose en su descendencia directa del rey Salomón y de la reina de Saba.

Esta cuiriosa relación entre Etiopía y los negros descendientes de los esclavos africanos llevados hasta las plantaciones del Caribe, se concretó en la década de los años sesenta. Un grupo de jamaicanos se instaló en Etiopía ocupando 500 acres que el emperador les cedió de sus propias tierras. Este intento de retorno a la tierra prometida fracasó estrepitosamente al no adaptarse los rastafarianos al idioma y la cultura etíopes.

Sin embargo, semejante creencia, que potenciaba sus orígenes divinos, debió encantar al emperador Haile Selassie, que el 21 de abril de 1966 visitó Jamaica siendo recibido por los seguidores rastas como una divinidad.

La doctrina rasta, fruto sin duda de la búsqueda de las ráices y el orgullo africano por parte de los descendientes de los esclavos caribeños, se sustenta en la divinidad de Jah (Jchová rasta), la idea de la repatriación, la superioridad de la raza negra (Adán y Jesús fueron negros) y la rebeldía hacia la opresión blanca. Los rastas, ampliamente extendidos por Jamaica y en algunos grupos de negros de Londres y América, discriminan notablemente a la mujer, no aceptan la homosexualidad, el aborto ni el control de la natalidad. Se dedican normalmente a actividades creativas y para ellos el uso de la marihuana es considerado una especie de sacramento, basándose en su particular interpretación de algunos pasajes de La Biblia.

La identidad cultural rasta se contempla con una estrecha vinculación con la música reauge. Muchos rastas con músicos: y su música basada en la persecución, de reminiscencia africana, acompañada por un fondo electrónico ha tenido una notable influencia en la música moderna a través de sus autores, especialmente del jamaicano Bob Marley.

Bob Marley, hijo de un inglés blanco, oficial del ejército británico y de una mujer negra de 18 años, se crío con su madre en los suburbios de Kingston. Fundó el grupo llamado “The Wailers”, que recorrió el mundo con enorme éxito poniendo música a la juventud de los años setenta. En la cumbre de su carrera, tras haber visitado Etiopía, hogra espiritual rastas, Bob Marley murió en 1981 víctima del cáncer a los 36 años de edad.

Desde entonces la visita a Etiopía y el regreso a la tierra de promisión, aunque sea de forma temporal y en cierta manera turística, forma parte de la cultura rastafariana. En Etiopía pueden verse, en ocasiones, grupos negros jamaicanos, ingleses o americanos que recorren el país en potentes vehículos todo terreno, adaptados como hogares ambulantes, pintados con los colores de la bandera etíope y adornados con los símbolos y emblemas del viejo imperio. Uno de los lugares de culto parece ser la zona de Adwa, en el norte del Tigré, en donde los ejércitos imperiales etíopes, armados con poco más que lanzas y piedras hicieron retroceder a las tropas coloniales italianas que en 1895 pretendieron invadir Etiopía desde la vecina Eritrea. El poder europeo fue allí humillado, Etiopía consiguió en la batalla de Adwa ser el único país africano que evitó la colonización blanca.

lunes, 21 de septiembre de 2009

LA INJERA, PLATO NACIONAL ETIOPE





Usos y costumbres

Normalmente se sirve en un plato único, la inyera, la cual a parte de servir de sostén, pues sobre ella se colocan los platos elaborados, sirve de pan o acompañante de todas las comidas. La inyera se coloca sobre el mesa, una especie de mesa en forma de reloj de arena, hecha de estera de colores, sobre la cual se sirven las diferentes especialidades y alrededor de la cual se sentarán los comensales.

Sólo se debe coger de la parte de la bandeja que queda delante de cada persona.

Sobre la inyera se van colocando la diferentes especialidades. Delante de cada persona se pone un poco de cada una de ellas, lo que aporta un gran colorido al plato, pues las especialidades se elaboran con especies diferentes que aportan mucho color. En el centro de la inyera se coloca el plato principal. El procedimiento a seguir es cortar pequeños trozos de inyera y recoger con ellos los alimentos.

La gastronomía etíope es variada y original. Tanto es así, que casi podríamos decir que es un endemismo más de los muchos con que cuenta el país. Cuando nos invitan a comer a una casa etíope nos están invitando a consolidar una amistad. En Etiopía, como en cualquier otro país, hay una serie de signos de educación y cortesía que hay que conocer y respetar y que, por supuesto, no siempre coinciden con los nuestros.

Lo primero, como invitados a una casa, es conveniente llevar un pequeño obsequio, flores en el caso de las ciudades grandes y frutas, azúcar o café en los pueblos más pequeños donde obtener estos víveres es más difícil.

Es costumbre y señal de aprecio que el anfitrión o alguno de los miembros de la familia introduzca un trozo escogido dentro de la boca del invitado, que no debe asustarse o avergonzarse y mucho menos rehusarlo, sería un desprecio y una ofensa para el agasajador. Esta costumbre se denomina gursha. También es cortesía ofrecer a los invitados los trozos más sabrosos y es descortés no aceptarlos.

TEFF: el origen de la inyera

Entre los cereales utilizados en la alimentación etíope, el protagonista indiscutible es el teff, el artífice de la emblemática inyera. El teff (eragostis teff o Eragostis abyssinica) pertenece a la familia Gramineae o Poaceae, igual que el trigo, y es endémico de las tierras altas de Etiopía, único país del mundo donde se cultiva para uso alimenticio. La palabra teff significa perdido en amárico, aludiendo al diminuto tamaño del grano, que es el más pequeño del mundo. Es el cereal más apreciado por lo etíopes y en la actualidad casi dos tercios de la población se alimenta de él.

Es una gramínea de tallo recto que puede llegar a medir entre 40 y 80 cm de largo. Su inflorescencia son unos panículos sueltos de 15 a 35 cm de longitud, que contienen unos granas minúsculos, de tamaño milimétrico, muy ligeros del orden de 2.500 a 3.000 granos por gramo. La pigmentación varía del blanco (E.alba) al violeta (E. Purpurea), pasando por el marrón rojizo.

El grano está desnudo lo que facilita la molienda y hace que se obtenga un gran rendimiento de harina. Hoy en día se cultiva sobre todo en la altiplanicies centrales de Shoa, Gondar y Gojjam.

En el país más de 2 millones de hectáreas se dedican al cultivo del teff, lo que supone más de un tercio del terreno dedicado al cultivo de cereales. La siembra se produce al inicio de las lluvias, entre junio y julio, y la recolección entre diciembre y enero. Una vez recogida la cosecha, el grano se conserva en los silos que rodean las chozas. Con la harina obtenida se prepara la inyera especie de crêpe gigante que acompaña todas las comidas etíopes. En Etiopía se toma inyera en el desayuno, en la comida, en la cena, con el café, para cuidar al enfermo y para halagar al invitado. Además de ser el pan de cada día, es un signo de hospitalidad. La harina obtenida del teff es rica en hidratos de carbono (70-80%), posee una importante proporción de proteínas de alta calidad (10%), un 2% de grasa y una gran riqueza en calcio, potasio y hierro, lo que la convierte en una excelente base alimenticia. El alto contenido en hierro, 25-100 mg por 100g, hace que la población que lo consume no padezca anemia, a pesar de las infecciones parasitarias que padecen.

A principios del s. XVI, los portugueses hacen mención por primera vez de su cultivo, pero no es hasta el XIX, cuando se difunde, desde Etiopía, a través del Imperio británico y empieza a ser cultivado en Australia, India y otros lugares de África, donde en la actualidad sólo se utiliza para forraje.