Un problema que al verlo tan lejos, al resultar inconcebible en nuestro mundo y en nuestra sociedad, impensable que uno de ellos sea nuestro hijo, nos hace muchas, pero muchas de la veces insensibles. No nos dejan ver que son personas, niños como los nuestros, que sus familias sufren como sufriríamos nosotros.
Cuando te toca vivir el problema en directo, en hospitales de esos países o en pueblos sin atención ni posibilidad tan siquiera de acceder a una atención sanitaria, cuando no hay posibilidad de desplazarse a un centro, tu conciencia y tu moral se tambalean y “chillan” en tu cabeza.
Es un problema similar al hambre, inconcebible en esta parte del globo y habitual en mucha parte del mismo. Ver el hambre y la muerte por hambre no te dejan insensible a no ser que la veas en la TV, con un mando a distancia en tu mano, que te permita volver a otro mundo, quien sabe si de banalidad, pero cuando allí no tienes mando, sino unos ojos que miran en vivo y en directo, es difícil hasta mantenerse en pie.
Vayamos a unos datos:
Más de 8 millones de niños menores de cinco años pierden la vida cada año. El cálculo es fácil: 22.000 muertes de menores al día, una cifra que podría menguar, incluso desaparecer totalmente, ya que las causas suelen ser previsibles y tratables. El 99% de estas muertes se producen en países empobrecidos o en vías de desarrollo, la mitad de ellos pertenecientes al África Subsahariana.
Datos de un informe Save The Children: " Mientras que en Suecia todos los niños disfrutan de buena salud y educación, en Somalia uno de cada seis niños pierde la vida antes de cumplir los cinco años, el 36% sufre desnutrición y el 70% no tiene acceso a agua potable."
Dos ejemplos de los 168 países en los que se centra el informe. Suecia ocupa el primer lugar, con sólo tres fallecimientos de cada mil niños; En Somalia, que ocupa el último puesto, de cada mil niños hay 180 que no llegarán a los cinco años.
España ocupa el puesto número 12, con cuatro muertes por cada mil niños, siendo uno de los lugares más privilegiados para nacer. Una situación que no comparten los países de la cola (Afganistán, Níger, Chad, Sierra Leona, Malí...), casi todos pertenecientes al África Subsahariana.
Unos 40 millones de niños oriundos de estos países no tienen acceso sanitario básico y sufren graves faltas en su educación. Según los datos ofrecidos por la organización, en Eritrea tan solo la mitad asiste a clases. Peores cifras arrojan Yibuti o Nueva Guinea, donde esta cifra desciende al 45%.
Uno de cada siete niños vive en lo que Save The Children ha definido como 'desierto sanitario'. El término se refiere a aquellos lugares en los que el acceso a los servicios sanitarios es prácticamente nulo, sin vacunas o tratamiento para la diarrea, principales causas de la mortalidad infantil.
La solución pasa, según la organización, por cerrar tres 'brechas':
- La brecha de las vacunas
Sólo vacunando al 90% de los niños de los países
más desfavorecidos, se podrían salvar 2 millones de vidas al año.
23 millones de niños no tienen acceso a las vacunas básicas.
- La brecha de los trabajadores sanitarios
Según cálculos de Save The Children, hacen falta 3
millones y medio de trabajadores sanitarios, entre ellos 350.000
matronas. En Sierra Leona, por ejemplo, tienen una carencia de
11.000 enfermeras, matronas y médicos. Su capital, Freetown, cuenta únicamente
con 6 especialistas en obstetricia y ginecología.
- La brecha del presupuesto
La ayuda para salud materno-infantil llega apenas
a un tercio de lo que se necesita. Son necesarios unos 17 billones y
medio de dólares, el equivalente a un cuarto de lo que gastan los
europeos en cosméticos cada año.
Todas estas carencias, cuya solución no es ni mucho menos inalcanzable, requiere de "el trabajo de todos nosotros, porque todos contamos", aseguraba Maria Jesus Mohedano. Y es que, como explicaba Eglantyne Jebb, fundadora de Save The Children: "El mundo no es poco generoso. Pero si poco imaginativo y muy ocupado."
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