Pero existe un Africa que nadie conoce, incluso habiendo estado allí.
El continente negro esconde sus secretos y sus peligros,
pero también sus momentos de felicidad más grandes, continente que alberga
paisajes tan fascinantes y desconocidos como el desierto de Mauritania, los
peñascos de Mali o los lagos pantanosos de Benin.
Muchas de sus tribus que en ella habitan no aparecen ni en
los crucigramas y las tradiciones que ellas protegen, transportan a los
visitantes a otro mundo y a otro tiempo.
Aquel que vea las chozas de arcilla, las casas de los dogón, que parecen brotar de la misma piedra o los edificios decorados en blanco y negro del pueblo kassena, las estructuras que se alzan desde el suelo en una mezcla de arcilla y paja con sus “escaleras” externas para su conservación, su perdurabilidad y resistencia ante los “elementos”, pensará en todo menos en el concepto “arquitectura”, aunque justo de eso se trata.
Espacios vitales que se adaptan a su entorno y a la vez
surgen de él, que satisfacen las exigencias del día a día y al mismo tiempo
dejan paso a la creatividad, que respeta los rituales aun estando abierto a las
innovaciones.
Quizá el “estilo” de Africa no sea un modelo a seguir para
una vida fuera de ella, ni para la gran pantalla o la pasarela, pero agudiza el
sentido de la belleza y armonía sencillas, posibilita la visión del pasado y el
presente sobre todo de pueblos amenazados y con ello, ayuda a conocer AFRICA
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