martes, 20 de noviembre de 2012

LA NECESARIA CURA DE HUMILDAD PARA COOPERAR

Ahora que me vuelvo a encontrar ante un nuevo viaje hacia Africa, en otro post, comentaremos los motivos y los objetivos, ya que muchos sois los que estais implicados junto a mí en un inicio y en lo que ahora hemos constituido entre todos AMIGOSOLIDARIOS.

Lo que a partir de aquí expongo es en todo caso mis ideas y/o convencimientos forjados hasta el momento en base a mi experiencia personal, en mis observaciones, lecturas y charlas complementarias con y de personas más curtidas que uno mismo, sobre el terreno, autores de algún libro y a quienes he podido recurrir en ocasiones directamente y he escuchado en otras



Nunca deberíamos olvidar que al dejar nuestro país y trasladarnos a otros y sobre todo a países con diferentes en cultura y costumbres a las nuestras, somos extranjeros y por tanto desconocedores de muchas cosas. Nos cuesta realmente entender lo que realmente sucede a nuestro alrededor, utilizamos nuestro baremo cultural para analizar los fenómenos con los que nos encontramos, tenemos ideas preconcebidas que distorsionan la realidad a la que nos enfrentamos.

Por ese por mucho que hayamos estudiado, nos hayamos formado, nos hayamos preparado, seguimos sin conocer realmente su cultura, nos quedamos en la superficie sin llegar al corazón.

Nos cuesta comunicarnos, por bien que hablemos el idioma local, la mentalidad que existe detrás de las palabras y los conceptos que son difícil de captar. Suele ocurrir que al expresar una idea, la gente del lugar percibe algo distinto, lo que da lugar a equívocos y malentendidos que fácilmente atribuimos a la falta de educación, de inteligencia o comprensión de las gentes del lugar.
 

Por todo esto es necesaria una cura fuerte de humildad y paciencia. Para penetrar en este nuevo contexto hay que despojarse de muchas cosas, abrir el corazón y los ojos al máximo. El silencio y el respeto han de imponerse en la mayoría de las ocasiones, saber escuchar y dejarte enseñar por los que saben de su tierra y su gente, más que uno.

También es necesario saber aceptar a los hombres y mujeres del lugar tal y como son. Muchas veces llegamos al lugar y nuestros deseos y aspiraciones hacen que imaginemos y veamos a las personas del lugar como individuos buenos, ingenuos, que están deseando que lleguemos a “salvarles”. Creo que nada más lejos de la realidad, ante nosotros tenemos personas, con seres humanos como nosotras, con las mismas cualidades y con las mismas carencias, nos encontramos con gente buena, mala  y regular, que vive su vida lo mejor que puede, que le gusta divertirse, celebrar, que sufre y se compadece, que cuenta con su sistema de valores, normas sociales, costumbres morales que expresan sus sentimientos de una determinada manera, que tiene su orgullo y su dignidad.

Quizás por ello muchas veces hay gente que percibe que algunas de esas personas, esas gentes del lugar, quieren engañarnos o aprovecharse de nosotros. Eso no quiere decir que sean malas, sino que de pronto, de una forma que nunca se habían imaginado, no se habían encontrado con una situación como la que pueden intuir en nosotros, una oportunidad para salir de la situación en la que se encuentran y en la que viven y no será que no estén agradecidas y nos tengan aprecio, sino que su visión al igual que la nuestra, es que la vida es corta y la misma hay que vivirla y hay que aprovechar o intentarlo al menos y en su defecto las ocasiones que se presentan.

Nosotros hemos de saber, nos toca buscar las formas para jugar con esas tendencias y reconvertirlas hacia un buen proyecto.

En zonas y lugares donde llegan y se establecen, por el tiempo que sea, las agencias humanitarias, las ong, se genera una mentalidad de enriquecimiento, de ganar un dinero fácil y de una manera rápida aprovechándose de estas entidades. (Me comentaban en relación con el Norte de Uganda, y no alguien cualquiera sino una persona, un amigo hoy, con 20 años de experiencia vital en Uganda y 9 en la zona de conflicto que había un determinado número de personas, que no querían que la guerra terminara, temían que se fuesen las ong y perdieran el dinero que de ellas fluía)

Muchas veces oímos hablar de “las personas con las que trabajamos, a las que ayudamos”, esta idea, este planteamiento supone que marcamos una “línea”, una barrera entre unos y otros, entre ellos y nosotros. Nosotros les damos y ellos reciben y han de estarnos agradecidos. Esta es una mentalidad donante-centrista, una relación países ricos y países pobres y es una mentalidad que deberíamos superar.

Deberíamos plantear una relación de igualdad, de tú a tú, la gente del lugar da y aporta su sabiduría y experiencia y nosotros los medios para canalizarla hacia su desarrollo. Pero no nos engañemos, nunca seremos parte de ellos, por mucho que nos quieran o aprecien, seguiremos siendo extranjeros, no dejamos de ser unos que llegaron un día, sin que nadie le llamara y se irán otro , sin cambiar apenas la realidad que se encontró al llegar.

Todos los masters, estudios, programas de cooperación y ayuda al desarrollo que por todas partes aparecen, preparan técnicos que son capaces de escribir informes infinitos, perfectamente articulados, pero muchas de las veces tanto conocimiento impide ver la realidad en la que y para la que se trabaja.


Quizás por eso es tan difícil trabajar en África con la intención de ayudarles, no serán los expertos en cooperación, ni la ayuda internacional los que salven a Africa, serán, deberán ser los propios africanos.

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