Lo que a partir de aquí expongo es en todo caso mis ideas y/o convencimientos forjados hasta el momento en base a mi experiencia personal, en mis observaciones, lecturas y charlas complementarias con y de personas más curtidas que uno mismo, sobre el terreno, autores de algún libro y a quienes he podido recurrir en ocasiones directamente y he escuchado en otras
Nunca deberíamos olvidar que al dejar nuestro país y
trasladarnos a otros y sobre todo a países con diferentes en cultura y
costumbres a las nuestras, somos extranjeros y por tanto desconocedores de
muchas cosas. Nos cuesta realmente entender lo que realmente sucede a nuestro
alrededor, utilizamos nuestro baremo cultural para analizar los fenómenos con
los que nos encontramos, tenemos ideas preconcebidas que distorsionan la
realidad a la que nos enfrentamos.
Por ese por mucho que hayamos estudiado, nos hayamos
formado, nos hayamos preparado, seguimos sin conocer realmente su cultura, nos
quedamos en la superficie sin llegar al corazón.
Nos cuesta comunicarnos, por bien que hablemos el idioma
local, la mentalidad que existe detrás de las palabras y los conceptos que son
difícil de captar. Suele ocurrir que al expresar una idea, la gente del lugar
percibe algo distinto, lo que da lugar a equívocos y malentendidos que
fácilmente atribuimos a la falta de educación, de inteligencia o comprensión de
las gentes del lugar.
Por todo esto es necesaria una cura fuerte de humildad y
paciencia. Para penetrar en este nuevo contexto hay que despojarse de muchas
cosas, abrir el corazón y los ojos al máximo. El silencio y el respeto han de
imponerse en la mayoría de las ocasiones, saber escuchar y dejarte enseñar por
los que saben de su tierra y su gente, más que uno.
También es necesario saber aceptar a los hombres y mujeres
del lugar tal y como son. Muchas veces llegamos al lugar y nuestros deseos y
aspiraciones hacen que imaginemos y veamos a las personas del lugar como
individuos buenos, ingenuos, que están deseando que lleguemos a “salvarles”.
Creo que nada más lejos de la realidad, ante nosotros tenemos personas, con
seres humanos como nosotras, con las mismas cualidades y con las mismas
carencias, nos encontramos con gente buena, mala y regular, que vive su vida lo mejor que
puede, que le gusta divertirse, celebrar, que sufre y se compadece, que cuenta
con su sistema de valores, normas sociales, costumbres morales que expresan sus
sentimientos de una determinada manera, que tiene su orgullo y su dignidad.
Quizás por ello muchas veces hay gente que percibe que
algunas de esas personas, esas gentes del lugar, quieren engañarnos o
aprovecharse de nosotros. Eso no quiere decir que sean malas, sino que de
pronto, de una forma que nunca se habían imaginado, no se habían encontrado con
una situación como la que pueden intuir en nosotros, una oportunidad para salir
de la situación en la que se encuentran y en la que viven y no será que no
estén agradecidas y nos tengan aprecio, sino que su visión al igual que la
nuestra, es que la vida es corta y la misma hay que vivirla y hay que
aprovechar o intentarlo al menos y en su defecto las ocasiones que se
presentan.
Nosotros hemos de saber, nos toca buscar las formas para
jugar con esas tendencias y reconvertirlas hacia un buen proyecto.
En zonas y lugares donde llegan y se establecen, por el
tiempo que sea, las agencias humanitarias, las ong, se genera una mentalidad de
enriquecimiento, de ganar un dinero fácil y de una manera rápida aprovechándose
de estas entidades. (Me comentaban en relación con el Norte de Uganda, y no
alguien cualquiera sino una persona, un amigo hoy, con 20 años de experiencia
vital en Uganda y 9 en la zona de conflicto que había un determinado número de
personas, que no querían que la guerra terminara, temían que se fuesen las ong
y perdieran el dinero que de ellas fluía)
Muchas veces oímos hablar de “las personas con las que
trabajamos, a las que ayudamos”, esta idea, este planteamiento supone que
marcamos una “línea”, una barrera entre unos y otros, entre ellos y nosotros.
Nosotros les damos y ellos reciben y han de estarnos agradecidos. Esta es una
mentalidad donante-centrista, una relación países ricos y países pobres y es
una mentalidad que deberíamos superar.
Deberíamos plantear una relación de igualdad, de tú a tú, la
gente del lugar da y aporta su sabiduría y experiencia y nosotros los medios
para canalizarla hacia su desarrollo. Pero no nos engañemos, nunca seremos
parte de ellos, por mucho que nos quieran o aprecien, seguiremos siendo
extranjeros, no dejamos de ser unos que llegaron un día, sin que nadie le
llamara y se irán otro , sin cambiar apenas la realidad que se encontró al
llegar.
Todos los masters, estudios, programas de cooperación y
ayuda al desarrollo que por todas partes aparecen, preparan técnicos que son
capaces de escribir informes infinitos, perfectamente articulados, pero muchas
de las veces tanto conocimiento impide ver la realidad en la que y para la que
se trabaja.
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