martes, 13 de septiembre de 2011

DEPORTE Y VALORES – TERCER MUNDO - VALORES Y DEPORTE (2/4)

El Deporte escolar, el Deporte con niños debe promover los valores que el deporte debe y puede desarrollar.

Las prácticas que se organicen deben buscar el desarrollo integral, el desarrollo del cuerpo y de la mente, de la autoestima, el sentido ético y moral, de responsabilidad, de autonomía, de superación y de relación y aceptación de los demás, aceptación de las normas, de cooperación, responsabilidad, etc. y todo esto en un clima lúdico y de disfrute.

El deporte es una institución, una forma de vida por su complejidad, no podemos abordar el estudio de la educación física y deporte en términos puramente técnicos y su trascendencia social hace que muchas veces sea un elemento señero a la hora de conseguir fines e integraciones que de otra forma parecerían impensables.

Quizás y según como lo veamos y desde donde podremos escuchar y aducir discrepancias con lo expresado y más desde nuestra sociedad absolutamente competitiva a todos los niveles, incluido el relacionado con el Deporte, estas críticas o desconformidad, bien podría basarse  en la progresiva relevancia del deporte como fenómeno social y su forma de practicarlo, poniendo en tela de juicio su aspecto formativo en lo referente fundamentalmente a los valores éticos, derivados de una mal concebida rivalidad que traspasa las propias pistas de deporte, trasladándose a las gradas, de ahí a las calles y de estas a ciudades “rivales” y de una manera cada vez más preocupante derivando en actos de violencia.
De acuerdo con lo dicho anteriormente, queda claro que el Deporte puede utilizarse con buenos y malos propósitos. Bien aplicado, puede enseñar resistencia y estimular un sentimiento de juego limpio y un respeto por las reglas, un esfuerzo coordinado y la subordinación de los intereses personales a los del grupo.
El deporte, como quisiera entenderlo o que se entendiera para su aplicación y extensión por aquellos lugares que nos ocupan, está relacionado con el disfrute, con la posibilidad de relacionarse con otros, el desarrollo y mejora física y de la salud, el desarrollo de la autoestima, con vivir nuevas experiencias, aliviar el estrés y que su práctica esté muy relacionada con el fomento de una serie de valores y comportamientos relacionados con el afán de superación, la disciplina, el autocontrol y la responsabilidad.
 También se podría considerar la función moral del deporte, entendiendo deporte como una escuela de civismo y moralidad, que desarrolla cualidades como, “la lealtad frente al adversario, el compañerismo, el respeto hacia las reglas, disciplina, conocimiento de sí mismo y de sus reacciones, comprensión de un medio social y de sus dificultades, nociones de higiene, dietética, regímenes de vida y primeros auxilios, dándole a su vez la posibilidad de enfrentar problemas de organización, permitiéndole el desempeño de ciertos roles”.
Si creemos lo anteriormente expresado, significaría  ser conscientes de su validez como herramienta pedagógica necesaria para participar y promover un modelo de relación educativa que favorezca la igualdad de oportunidades a través de la integración y, al mismo tiempo, el reconocimiento de las identidades minoritarias a través de la atención a su diversidad cultural.
 Pero por otro lado y en esta parte del mundo, en esta en la que hemos tenido la fortuna de nacer, en muchas ocasiones tenemos la virtud de distorsionar las cosas, sobrepasar su esencia y el deporte no escapa a tales manipulaciones o mal interpretaciones, llegando a hacer que también se destacan efectos que pueden llegar a ser nocivos, como los factores de competencia, de violencia, de alienación, de agravamiento de las tensiones y conflictos sociales y de desunión internacional, ya que el deporte también se ha utilizado como un instrumento político desde muchos regímenes.
Todos imaginamos más de un ejemplo. (Os recomiendo, a parte de por su amenidad y por ser uno de los “grandes”, Emil Zátopek, os leáis el libro “Correr” de Jean Echenoz, también fue utilizado políticamente, uno entre tantos casos)
Para el aseguramiento del éxito de esta herramienta  deberemos proponernos la participación de todos los sectores implicados, lo cual fundamentará en mayor medida el éxito del proyecto, entendiendo que este proceso debe realizarse a través de una intervención social.
Quizás suene complejo, pero yo prefiero pensar que en un entorno como el que yo me encuentro en el colegio de Kitgum, con todos esos niños “apartados” por, de la sociedad a nivel igualitario, la intervención social podría empezar por el simple hecho de interactuar con otros niños, con otros colegios del pueblo.
En el contexto escolar y deportivo, debemos analizar y decidir cuáles son los valores que merecen ser prioritariamente potenciados en función de los diferentes planteamientos educativos. La escuela integradora es profundamente educativa porque reúne a niños que tienen capacidades, intereses y aptitudes muy diversas y que han de convivir, trabajar y hacer camino todos juntos.
 Es por todos sabido o cuando menos aceptado que todo sujeto adquiere desde la infancia “una gran cantidad de conocimientos sobre nuestro mundo social, es decir, sobre las personas y nuestras interacciones con ellas, sobre lo que otros esperan de nosotros, sobre los distintos roles sociales, sobre nuestra sociedad y su funcionamiento, los sistemas de valores
y creencias, y sobre un sinfín de aspectos de la vida social” (Turiel, Enesco y Linaza, 1989. Pág. 21). Estas  normas y valores culturales de una sociedad generalmente se ven reflejados en las actividades infantiles, en el tipo de juguetes o en los juegos que los niños realizan, que juegan un importante rol en el desarrollo y socialización de los niños.

Pero debemos matizar que todos estos aspectos vendrán determinados por la sociedad o cultura donde el niño se desarrolle. No es lo mismo pensar en los valores, creencias, roles o normas de una sociedad occidental como la española, o estos mismos aspectos relativos a una sociedad más tradicional de otra parte del planeta. Entendemos entonces las normas y valores como algo cambiante, influidas por ejemplo por la evolución en las costumbres familiares, o por la evolución de los avances tecnológicos

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